lunes, 24 de mayo de 2010

Qué risa

Tengo ahora puesta mi esperanza en la terapia de la risa, no en la de la sonrisa, sino en la de los ataques de risa, esos que hacen que te dobles y los abdominales te duelan a rabiar, de esos que te hacen pensar que te vas a morir, morir de risa, no tiene que ser una mala forma de morir si es que existe alguna forma de morir que no sea mala. El otro día tirada en la cama a una hora que no es la hora de dormir (cuando digo tirada es tirada, no tendida, ni tumbada, ni acostada, ni recostada, sino tirada, y el matiz es importante) intentaba encontrar una nueva terapia contra el dolor de cabeza, algo alejado de la química, de los curanderos, de los masajes, algo que no tuviera que ver con el control mental, algo que nadie me hubiera recomendado todavía, y no sé por qué se me ocurrió que quizá un buen ataque de risa funconaría como una especie de analgésico. Y tiré de mi archivo mental para revivir el top ten de los mejores ataques de risa de mi historia, me di cuenta de que casi todos los había vivido con mi hermano y mi madre. Me encantaría que compartieras conmigo esos momentos, pero soy consciente de que contarlos no serviría para nada, son situaciones que se viven y ya está, para los demás carecen de gracia y yo, que aborrezco los chistes, no seré la que torture a nadie con aquella historia que nos pasó a mi hermano y a mí durante una misa en Galicia, juajuajauajua, es que las misas han dado mucho de sí, juajuajuajau, ni tampoco aquella otra cuya protagonista era una chica con el pelo amarillo que todavía se debe estar acordando de la maldita peluquera, de verdad que no tenía ni pizca de gracia juajuajuajua ... mi hermano y y nos miramos a la cara, nos acordamos de una tontería y nos partimos de la risa, nos calificamos a nosotros mismos de "gomaespumosos" ... nos reimos de nosotros mismos, y seguimos nuestro "protocolo" juajuajuajuaja ...

Allí tirada y de repente me entraron ganas de reirme muy fuerte y llamé a mi madre y le pedí que me contara por favor otra vez la historia esa de cuando no le quedo más remedio que subirse a la fregoneta de un gitano chatarrero juajuajuajuajua ... fue mi madre un día hasta la casa de unos gitanos que viven en el centro del pueblo, justo enfrente de la casa del ilustre escritor costumbrista montañés José María de Pereda, ya ves. Iba a pedirles que se pasaran por mi casa a recoger una lámpara de la que mi madre había decidido desprenderse (por fin) porque era bastante fea juajuajuauaja ahora nos reimos del día que compró esa lámpara tan fea, pero esa es otra historia, esa lámpara tiene historia y es un gran borrón en el estiloso curriculum de mi estilosa madre juajuajua, pero estaba con los gitanos ... se presentó mi madre en su casa mientras la familia de veinte disfrutaba de una enorme paella de marisco a la que, según me dice, no le faltaba de nada, carabineros y gambas ninguneaban al pobre arroz, me cuenta que olía de maravilla, y es que por lo visto la "mama" cocina de maravilla. Se disculpó mi madre por interrumpirles la comida, les habló de la lámpara y el "papa" se levantó de la mesa dispuesto a recoger la lámpara en ese mismo momento (antes de que mi madre se arrepintiese). En tono decidido le "ordenó" a mi madre que se subiera a la fregoneta azul que pallá se iban.. Ella amablemente declinó la invitación y le dijo que no se preocupase que le gustaba caminar, que se daría un paseo, pero fue inútil ... por lo visto no es tan fácil llevar la contraria al "papa" de esa familia, así que juajuajuajauaujau ... ay, es que sólo imaginarme la cara de mi madre montada en la fregoneta azul juajuajauajauau ... de verdad, sé que no lo entiendes, juajuajauajau, pero tiene mucha gracia , juajuajauaua ...

Risoterapia a lo bestia contra el dolor de cabeza.