miércoles, 20 de enero de 2010

"Madrid-San Diego sin utilizar el lavatory" (y sin explotar en el intento)

Tres horas y diez minutos. Ese es el tiempo que he tardado hoy en recorrer la distancia entre Pozuelo de Alarcón y Polanco. Lo sé. Sé lo que estás pensando. Estás pensando que he corrido demasiado, que la velocidad a la que he conducido mi coche ha sido inadecuada, que me he pasado. Pero no, no ha sido para tanto. Despacio, obviamente, no he conducido, pero tampoco tan deprisa, y por supuesto, no he hecho el loco ni he cometido imprudencias. Hay que reconocerlo, las carreteras han mejorado, ahora se puede llegar a Santander por la estupenda autovía de la meseta sin tener que seguir y adelantar camiones, sin tener que bajar ni las Hoces ni el puerto del Escudo, sin tener que reducir la velocidad cuando ya casi rozas tu destino. Cuando viajo sola conduzco más deprisa, no lo puedo evitar ... Hoy he tardado dos discos de Love of Lesbian y una lista de reproducción de no muchas canciones en llegar a mi casa. Menos mal que a mi madre no le ha dado por calcular el tiempo transcurrido desde mi llamada de "ya salgo" hasta el abrazo de bienvenida, generalmente lo hace y siempre, tardemos lo que tardemos, dice "habéis corrido mucho, no os esperaba tan pronto", hoy la he pillado despistada, se ha debido distraer preparando el exquisito arroz con almejas del Cantábrico que me ha sabido a gloria (celestial). Y del arroz con almejas al sofá con chimenea, para el que, esta vez, no tengo competencia, todito para mí. Nadie se puede imaginar la cantidad de horas que sería capaz de pasar tirada en ese sofa, si me dejaran las circunstancias que nunca me dejan, sin levantarme ni siquiera para ir al baño. Es que nadie se puede imaginar la cantidad de horas que puedo estar sin ir al baño, y que no me oiga mi madre, que se pone enferma por mi culpa. Te lo prometo, una vez, cuando mi problema de claustrofobia estaba en su pico más alto, no es que no me montase en ascensores ni en metro, es que no podía entrar ni en los baños de los aviones. Y por aquellas fechas, hace ya un muchos años, me monté en un avión en Madrid Barajas con destino a Nueva York JFK, y me dije, "total, 6 ó 7 horas aguanto, cuando llegue a JFK voy al baño", pero el vuelo se retrasó y tenía una conexión para San Diego, y tuve que correr como una loca para no perder el vuelo, y en JFK hay que (re)correr muchas millas para llegar de un lado a otro, y yo no sabía ni dónde tenía que ir, el caso es que entre llegar y correr y correr y llegar, de repente me ví metida en un avión con destino a San Diego que realizaría un trayecto con buenas condiciones metereológicas, pero de 5 ó 6 horas de duración (my Godness) y, atención, con escala en San Luis, pero no se preocupen señores pasajeros que no se tendrán que bajar del avión (my Godness). Y lo sé, cualquier persona con dos dedos de frente se hubiese metido en el baño del avión para satisfacer su necesidad fisiologica correspondiente, pero yo no tenía (¿tengo?) dos dedos de frente, tenía un nudo en mi cabeza que me impedía entrar en el maldito espacio ese llamado lavatory, y allí me veo, sobrevolando los Estados Unidos de America, God save America, pero firme en mi decisión de no entrar en el lavatory. Sobreviví a la escala de 100.000 minutos, o lo que parecieron 100.000 minutos en San Luis, aterricé en el aeropuerto de San Diego, no sé cuant(ísimas) horas después de despegar de Madrid, anestesiada por las ganas, agotada por las ganas, dolorida por las ganas, muerta de ganas, y cuando bajo del avión y cojo (agarro) mi equipaje y me dispongo a buscar el baño (que no lavatory), un enorme y con cara de pocos amigos chico de color con un cartel en el que se lee "USIU students" agarra mi equipaje y empieza a andar por el aeropuerto a grandes zancadas. No me quedó más remedio que seguirle como pude, y cuando me quise dar cuenta estaba instalada, junto a mi equipaje y junto a un chico japonés y a una chica italiana, en el asiento trasero de una van(goneta) de color, negra, de color negro, una van(goneta) de color, como su driver, que durante ¡30 minutos! (o más) condujo prudentemente por la autopista hasta que se desvió en Pomerado Road, fin de trayecto. Cuando llegué a mi alojamiento, con mi equipaje, no sabía si era de noche o de día, no sabía cuántas horas habían pasado desde que salí de Madrid, sólo sabía que estaba en condiciones de asegurar que el cuerpo humano, por lo menos el mío es capaz de estar más de un día, mucho más, sin utilizar un lavatory ... y sin explotar.




NOTA : Todo lo que se cuenta en este post es verídico, ocurrió tal y como se relata, aquí no hay realidades que parecen coincidencias o coincidencias parecidas a la realidad o parecidos realmente coincidentes. Eso sí, se aconseja no imitar a la protagonista de esta hazaña "Madrid-San Diego, con escala en Nueva York y San Luis sin utilizar el lavatory" ... podría explotar en el intento.

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