lunes, 25 de enero de 2010

DomingoAstromántico I do like Mondays

Pensaba ayer domingo en particular en los domingos en general ... en la importancia del domingo.
El domingo es el día clave de la semana, si eres feliz los domingos, todo va bien. Si los domingos son raros, si los domingos te producen desasosiego, si los domingos te inspiran demasiado, si cuando te gustaría desaparecer de la faz del planeta es precisamente un domingo, si los domingos ves en blanco y negro, y si por todo eso además piensas que las cosas son así porque tienen que ser así ... tenemos un problema, entonces seguro que las cosas no funcionan en este mundo tal y como a tí te gustaría que funcionasen. Esa es mi teoría, seguramente sin sentido, como mucha de las teorías que yo elaboro en mi cabeza, discuto conmigo misma y, afortunadamente, no comparto con casi nadie.
Esto no tiene nada que ver con eso de "me deprimen los domingos porque mañana es lunes", nada que ver. Además, tú ya lo sabes, a mí me encantan los lunes, I do like Mondays, siempre fue mi día favorito, el lunes, con sus seís días por delante, me ofrecía la posibilidad de tantas cosas, de tantos planes, ... eso sí, todo acababa en un domingo (a veces en color, a veces en blanco y negro).
Ahora me siguen encantando los lunes, pero también los domingos ... ahora, para mí, todos los días son lunes, ahora me gusta simplemente abrir los ojos por la mañana, me da igual el día de la semana, después ya me las apañaré yo con mis cosas independientemente de que sea fiesta o no, de que haga sol o de que llueva.
Desde el día en que en mi vida tropecé con mi particular House disfrazado de Dios en versión capicúa ya ningún día de la semana volvió a ser igual para mí ... el estribillo de la canción cambió.



El domingo es un día de levantarse tarde, un día de brunch con cantidades insdustriales de tortitas con kilos de nata y litros de chocolate, es un día de cine, de café, de hacerse fuerte en el sofá, de manta, de peli, de pizza, de periódicos, de suplementos de periódicos, de paseos, de música, de desorden, de baños largos con mucha espuma, de una pastilla en vez de dos, de tabletas de chocolate y te perdono el platano para merendar, de pensar y no pensar, de hablar por teléfono con aquellas personas que entre semana no son las mismas porque no tienen tiempo para pasar una hora hablando por teléfono de cosas que se supone que no son importantes aunque a veces (casi siempre) sean más importantes que las que ellas se creen que lo son, porque dime tú si no es importante hablar durante un largo rato de "no sé si me gusta más el chutney de mango o la salsa de cebolla caramelizada que me gusta tanto que el otro día casi me la echo en el yougurt natural pero no lo hice por miedo a que me flipara la combinación porque estoy un poco asustada con las cosas que me gustan últimamente y mira tú por donde ya va siendo hora de que aprenda a combinar bien las salsas aunque creo que nací con ese instinto un poco atrofiado porque me pasa igual con la nocilla (con la nutella en su defecto) que la mezclo con todo y luego me miran mal y además creo que les estoy pegando esa manía a mis hijos porque el otro día Catalina me pidió un bocadillo de nocilla con plátano y galletas y yo no quiero que mis hijos sean raros por lo menos de momento aunque luego me paré a pensar en la combinación de ingredientes y tampoco estaba tan mal ... pero le dije que no que no tenía platanos porque el último se lo había comido Bruno después de tirar el resto a la basura porque estaban pasados pero que sacase un tubo de leche condensada de la nevera y que se preparase un bocadillo con lo que quisiera imaginación al poder luego dicen que somos raros y va a ser verdad que todo es por mi culpa ... bueno te cuelgo que me llama mi madre por el fijo que sólo hemos hablado hoy tres veces ciao".Esa conversación sólo puede tener lugar un domingo por la tarde, eso está claro.

Ahora, los domingos, yo canto cosas como "te deslizas como si fueras de viento, y al contacto con mis dedos te desvanecieras heeey ey hooo ... si tu magia ya no me hace efecto, ¿cómo voy a continuar?, si me sueltas entre tanto vientoooooooo, ¿cómo voy a continuar? .... ¿cómo voy a continuar? ... "



Antes los domingos eran para mucha gente día de fútbol, y yo a veces me he tragado algún domingo de fútbol, pero ahora cualquier día es día de fútbol, o al menos esa impresión me da a mí, porque que yo sepa, hay sábado de fútbol, miércoles de fútbol, lunes de fútbol, y si no, pues ponte a zapear por la kilométrica lista de canales de las actuales teles extramegaplanasdediseñoalucinante y encuentras fútbol, así que el domingo ya no es lo que era (en lo que al fútbol se refiere). Sólo me queda conseguir que alguien con el poder de prohibir cosas prohiba la emisión por radio de esa joya de programa llamada "Carrusel Deportivo", que algunos viajes de vuelta de domingo he tenido que sufrir encerrada en un vehículo, llamesé coche de alguna alma poco caritativa como la de mi primo, llámese autobús de línea Santander-Madrid. Pero eso pasó hace mucho tiempo, ya no viajo en autobús de línea y hace años que no veo a mi primo (iba a decir ni ganas que tengo, pero no lo digo). Pepe sabe que hay cosas que no, porque no, y una de ellas es sintonizar el maldito carrusel del gol en la condomina cuando yo estoy a menos de 150 kilómetros a la redonda. Es que el nombre le viene que ni pintado, carrusel, mareo, todo me da vueltas, carrusel, y si lo mezclamos con tabaco ... pues, todo me da más vueltas, que se calle ese señor que grita, que se calle por favor, puritos rei, jamones, y coñac ... gol en el benitovillamarin gooooooooool, lo dejo me estoy mareando de verdad ...

El domingo es un día de vueltas, de atascos, de pensar en que el fin de semana es muy corto y no da para nada, el domingo es un día tonto, o listo, para muchos el día del señor, para otros el día de libranza, para muchos el día de comida familiar y tarde en casa de los abuelos, otros se van al campo, a saltar como cabras, y cuando hace buen tiempo se llevan la comida y (algunos) lo dejan todo hecho un cisco.

Para muchos los domingos no tienen remedio ni solución ni arreglo, hay que pasarlos, y si no que se lo pregunten a un muy buen amigo mío, el sí que sabe sufrir como nadie lo que es un domingo.
Y como no sabía cómo acabar de hablar de los domingos le pedí a este amigo que me diera una palabra para definir domingo y me contesto sin pensar ni un segundo : el terror. Ahora sí que la fastidié, ya lo complique todo más. Ahora sí que nadie va a entender nada de nada. Sólo decir que César, ¡anda! escribí sin querer su nombre (lo siento César, pero es que me tengo prohibido corregir este blog, espero que no te importe) es una de esas personas con las que comparto esas teorías absurdas y no tan absurdas que se me ocurren a veces de noche y a veces de día.
Pero al contrario que a mi amigo sin nombre, a mí sí me gustan los domingos. A mi hija, no, y a mi padre tampoco, pero esa es otra historia para otra ocasión.
Ahora mis domingos son bastante astrománticos ...

miércoles, 20 de enero de 2010

"Madrid-San Diego sin utilizar el lavatory" (y sin explotar en el intento)

Tres horas y diez minutos. Ese es el tiempo que he tardado hoy en recorrer la distancia entre Pozuelo de Alarcón y Polanco. Lo sé. Sé lo que estás pensando. Estás pensando que he corrido demasiado, que la velocidad a la que he conducido mi coche ha sido inadecuada, que me he pasado. Pero no, no ha sido para tanto. Despacio, obviamente, no he conducido, pero tampoco tan deprisa, y por supuesto, no he hecho el loco ni he cometido imprudencias. Hay que reconocerlo, las carreteras han mejorado, ahora se puede llegar a Santander por la estupenda autovía de la meseta sin tener que seguir y adelantar camiones, sin tener que bajar ni las Hoces ni el puerto del Escudo, sin tener que reducir la velocidad cuando ya casi rozas tu destino. Cuando viajo sola conduzco más deprisa, no lo puedo evitar ... Hoy he tardado dos discos de Love of Lesbian y una lista de reproducción de no muchas canciones en llegar a mi casa. Menos mal que a mi madre no le ha dado por calcular el tiempo transcurrido desde mi llamada de "ya salgo" hasta el abrazo de bienvenida, generalmente lo hace y siempre, tardemos lo que tardemos, dice "habéis corrido mucho, no os esperaba tan pronto", hoy la he pillado despistada, se ha debido distraer preparando el exquisito arroz con almejas del Cantábrico que me ha sabido a gloria (celestial). Y del arroz con almejas al sofá con chimenea, para el que, esta vez, no tengo competencia, todito para mí. Nadie se puede imaginar la cantidad de horas que sería capaz de pasar tirada en ese sofa, si me dejaran las circunstancias que nunca me dejan, sin levantarme ni siquiera para ir al baño. Es que nadie se puede imaginar la cantidad de horas que puedo estar sin ir al baño, y que no me oiga mi madre, que se pone enferma por mi culpa. Te lo prometo, una vez, cuando mi problema de claustrofobia estaba en su pico más alto, no es que no me montase en ascensores ni en metro, es que no podía entrar ni en los baños de los aviones. Y por aquellas fechas, hace ya un muchos años, me monté en un avión en Madrid Barajas con destino a Nueva York JFK, y me dije, "total, 6 ó 7 horas aguanto, cuando llegue a JFK voy al baño", pero el vuelo se retrasó y tenía una conexión para San Diego, y tuve que correr como una loca para no perder el vuelo, y en JFK hay que (re)correr muchas millas para llegar de un lado a otro, y yo no sabía ni dónde tenía que ir, el caso es que entre llegar y correr y correr y llegar, de repente me ví metida en un avión con destino a San Diego que realizaría un trayecto con buenas condiciones metereológicas, pero de 5 ó 6 horas de duración (my Godness) y, atención, con escala en San Luis, pero no se preocupen señores pasajeros que no se tendrán que bajar del avión (my Godness). Y lo sé, cualquier persona con dos dedos de frente se hubiese metido en el baño del avión para satisfacer su necesidad fisiologica correspondiente, pero yo no tenía (¿tengo?) dos dedos de frente, tenía un nudo en mi cabeza que me impedía entrar en el maldito espacio ese llamado lavatory, y allí me veo, sobrevolando los Estados Unidos de America, God save America, pero firme en mi decisión de no entrar en el lavatory. Sobreviví a la escala de 100.000 minutos, o lo que parecieron 100.000 minutos en San Luis, aterricé en el aeropuerto de San Diego, no sé cuant(ísimas) horas después de despegar de Madrid, anestesiada por las ganas, agotada por las ganas, dolorida por las ganas, muerta de ganas, y cuando bajo del avión y cojo (agarro) mi equipaje y me dispongo a buscar el baño (que no lavatory), un enorme y con cara de pocos amigos chico de color con un cartel en el que se lee "USIU students" agarra mi equipaje y empieza a andar por el aeropuerto a grandes zancadas. No me quedó más remedio que seguirle como pude, y cuando me quise dar cuenta estaba instalada, junto a mi equipaje y junto a un chico japonés y a una chica italiana, en el asiento trasero de una van(goneta) de color, negra, de color negro, una van(goneta) de color, como su driver, que durante ¡30 minutos! (o más) condujo prudentemente por la autopista hasta que se desvió en Pomerado Road, fin de trayecto. Cuando llegué a mi alojamiento, con mi equipaje, no sabía si era de noche o de día, no sabía cuántas horas habían pasado desde que salí de Madrid, sólo sabía que estaba en condiciones de asegurar que el cuerpo humano, por lo menos el mío es capaz de estar más de un día, mucho más, sin utilizar un lavatory ... y sin explotar.




NOTA : Todo lo que se cuenta en este post es verídico, ocurrió tal y como se relata, aquí no hay realidades que parecen coincidencias o coincidencias parecidas a la realidad o parecidos realmente coincidentes. Eso sí, se aconseja no imitar a la protagonista de esta hazaña "Madrid-San Diego, con escala en Nueva York y San Luis sin utilizar el lavatory" ... podría explotar en el intento.

martes, 19 de enero de 2010

Me duele ...

Me duele la cabeza.
Me duele el "hace dos años que ... ".
Me duele la cicatriz.
Me duelen los recuerdos.
Me duele la espalada.
Me duele el corazón.
Me duele la tristeza.
Me duele la alegría.
Me duele el alma.
Me duele mi sonrisa.
Me duele el frío.
Me duelen las canciones.
Me duele el aire.
Me duelen las lágrimas.
Me duele querer.
Me duele no querer.
Me duele pensar.
Me duele una rodilla, cuando salto.
Me duelen mis botas negras ... y mis converse all star blancas.
Me duele el viento, y la lluvia, mi guitarra, la noche.
Me duele el día.
Me dueles tú, y él, y ella ... me duele un anciano que ví en la calle el otro día, llevaba boina, si hubiese llevado sombrero seguramente no me hubiese dolido, pero llebaba una boina negra, y me dolió.
Me duele la garganta cuando trago pastillas, y me duele el estómago después de tragarlas.
Me duele mi médula ósea, ya sé que la médula sólo duele cuando te la pinchan, pero tampoco el corazón duele, sólo cuando se infarta, y a mí el mío me duele, y la médula también.
Me duele que mis amigos me riñan porque no les hago caso.
Me duele hablar.
Me duele escuchar.
Me duele llorar.
Me duele ir ... y venir, y conducir, y girar y andar, y parar, y correr.
Me duele llamar ... y no llamar.
Me duele gritar.
Me duele un brazo, el derecho.
Me duele mentir, y a veces lo hago. Pero también me duele decir la verdad, y casi siempre lo hago.
Me duele cuando respiro.
Me duele la mandídula cuando bostezo.
Me duele Haití.
Me duele el negro, el blanco y el gris.
Me duele soñar.
Me duele el mar.
Me duele eso ... y aquello.
Me duele el pasado.
Me duele lo que pasó.
Me duele lo que podía haber pasado si ...
Me duele pensar en aquella vez que me rompí un diente... y en aquella otra vez que me caí de la bici.
Me duele la mañana, y la luz de la mañana ...

Me duele saber ...

viernes, 8 de enero de 2010

Y Eli me volvió a enamorar ...

Creo que mis dolores de cabeza están empezando a tomar demasiado protagonismo en mi historia y, siendo así, no pretendo hacer como si no estuviesen, pero paso de animarlos y aplaudirlos mientras actúan, que después se lo creen, se ponen chulos y toman el dominio de la situación, así que ayer, después de combatir el dolor del día con mi analgésico favorito en su justa dosis, y a pesar de la ola ésta de frío polar que atraviesa la península (que diría el dicharachero-presentadordeltiempo-señalando-lapantalladelcroma-con-su-cuerpocolocadodeperfil-tapando-misqueridasIslasBaleares) decidí ir, bueno ya estaba decidido, me fui a ver a mi adorado Eli Paperboy en concierto con mi adorado amigo Pancho, bueno adorado, adorado ... con mi queridísimo amigo Pancho, es que me pongo a escribir y me emociono y empiezo a adorar y a querer a la gente sin medida, pero podéis creerme, a Pancho le quiero muchísimo y Eli me encanta 'muchísimo'. El caso es que como hacía mucho frío, pero mucho mucho, y como Pancho y yo estamos un poco, cómo decirlo, un poco piraos (no pirados, no, piraos, que es distinto), pues decidimos ir hasta Madrid con su coche descapotable utilizado en todas sus posibilidades, es decir, descapotado, a toda leche, escuchando a Eli Paperboy a "volumen cuasibrutal" ... el moderno sistema de calefacción del vehículo nos mantuvo confortables durante todo el trayecto, y tenemos unas 57 fotos con 57 risas y sonrisas que muestran gráficamente que nos reímos mucho mucho. Cuanto te ríes tanto es porque te lo estás pasando muy bien, y obviamente, nosotros empezamos a pasarlo muy bien mucho antes de llegar al concierto. Y llegamos a Joy tarde, Eli ya había empezado su show, pero ante el asombro de mi amigo conseguí hacernos un hueco en primera línea de escenario para poder ver bien de cerca los brillantes zapatos de punta morados que lucía ayer EliPaberBoy.



¿Qué cómo se consigue llegar a primera línea en una sala llena hasta la bandera de gente que defiende su preciado trozo de terreno conquistado como si le fuera la vida en ello? pues a base de muchas sonrisas y muchos "perdón, perdón, perdón", según Pancho se necesita un plus, ser tía, no lo sé. Yo digo que tiene algo que ver con el instinto periodístico, la necesidad de llegar al lugar de la noticia, pero no sé ...



el caso es que bien situados vimos un buen concierto, Eli nunca defrauda, Eli es, como dice Pancho, la reencarnación de Otis en chico blanco y simpático, Eli contagia energía y da buen rollito. Salimos del concierto contentos y sintiéndonos jóvenes de espíritu "soy joven, bebo cocacola y no me importa nada". Ayer Pancho y yo estábamos de acuerdo en que, cada uno por sus razones, ya no analizábamos las cosas tanto, ya no le buscábamos el porqué a todo, no todo tiene que tener un sentido, ahora vivimos, disfrutando y sufriendo, pero vivimos, antes analizábamos ... ayer disfrutamos.



Ayer fue la primera vez en mi vida que me perdí en un parking, yo que presumo de orientarme como nadie en esos horribles sitios, faltaban 20 segundos para que expirase el plazo que te dan para abandonar el agujero cuando encontramos el coche ¡Aleluya!. Después de subir y bajar, tu mira por aquí yo miro por allá, nos fuimos igual que vinimos, contentos, descapotados, riendo, escuchando a EliPaperboy y haciendo fotos ...

miércoles, 6 de enero de 2010

Juguetes mágicos y migrañas reales

Yo todo eso de feliz año larara y similares me lo salto siempre, sin embargo puedo asegurar que deseo todo lo mejor para todas las personas a las que quiero, para toda la gente que me rodea y para el resto de los mortales. Pero ese deseo lo tengo cualquier día de cualquier mes del año.
Yo todo eso de regalar en navidad, como que no me va mucho, y mira que me gusta regalar, y que me regalen, y los regalos bien empaquetados, con lazos bien puestos, como en los dibujos animados, pero es que regalar se me hace un poco difícil en navidad. Los regalos que he hecho durante este periodo han sido pocos y no han sido de navidad, han sido regalos porque sí, porque me apetecía y ya está ... porque es más fácil ver a determinadas personas en navidad o por lo que sea que sea (y sí, esto va por tí, porque sé que tú vas a leer ésto, y tú también, y tú no lo sé, puede que sí puede que no ... así que sí, han sido tres los regalos de nonavidad que he hecho). Y es que yo tengo mucha suerte, porque a mi casa llegan los reyes magos, entonces yo no me tengo que ocupar de comprar regalos ni nada, mis hijos nadan hoy entre cajas y juguetes 'a mogollón con moderación' y el salón de mi casa está intransitable, pero no podría ser de otra manera. Además yo no tengo que abrir cajas, montar accesorios ni leer instrucciones ... la magia de los reyes coloca los regalos debajo del árbol y la paciencia de Pepe hace el resto. A mí es que no se me da muy bien abrir cajas, colocar pilas y seguir instrucciones, esto último es lo que peor se me da, no soy hábil, aunque Pepe lo llama "morroquetecagas".
Este año los reyes de oriente han sido muy generosos, como siempre, y a Pepe y a mí nos han regalado un reproductor grabador de DVD porque se nos había estropeado el que teníamos, y los reyes están en todo. Creo que además de grabar, reproducir y no sé cuántas cosas más, me parece que vuela, no estoy segura. Han sido generosos los reyes y se han estirado, porque como todo el mundo en mi familia sabe, a los mayores los reyes magos siempre les regalan un libro, menos a la madre de Clara, que dice Catalina que el año pasado le regalaron una pulsera, y al padre de Nacho que dice Bruno que el año pasado le regalaron una tabla de snow, y ... bueno a la madre de Paula, creo que también al padre de Edu, pero bueno, da igual, es que ya se sabe, las normas están para que haya excepciones, tampoco a los niños pobres les traen tantas cosas como a los niños que no son pobres, pero claro, no podemos pararnos a entender todo eso, y menos en un día como hoy. El caso es que Pepe y yo hemos tenido nuestro libro cada uno, allí lo dejaron, plantado junto a nuestras botas, y ¡cómo son estos reyes!, es que siempre aciertan, "¡mamá, mamá, el libro que tú querías!". Si es que tengo una suerte que no me la creo, mira que si me llegan a traer un Millenium de esos ... buff
El regalo estrella ha sido la bici de Bruno, ¡qué pasada de bici!, es tan molona ... que pide un candado antirobos extramegaeficaz a gritos, y es que en mi familia ya estamos un poco escarmentados de tanto ladrón de bicicletas, pero bueno ...



Pepe creo que todavía mendiga entre los vecinos ayuda para acabar de montar los frenos, es que es tan molona que ha venido de lejos, lejos, tan lejos casi como oriente, bueno un poco más acá, y venía tan minidespedazada (por eso de los portes, que son tan caros) que le está costando un poco recomponerla, y además, por eso de hacerlo todo con tiempo, que se nos da tan bien a nosotros, pues ayer a las 4 de la madrugada estaba jurando en hebreo, por eso de oriente debe ser ... El caso el que la bici de Bruno, y como no podía ser de otra manera, es muy chula (casi tanto como él).



Pero aunque no sea un regalo estrella, tengo que dedicar dos líneas de reconocimiento y agradecimiento al juguete 10, el balón, ese juguete atemporal, que no necesita montaje, ni pilas, que prácticamente no se estropea, que no lleva instrucciones, no entiende de idiomas, no tiene nada que ver con las nuevas tecnologías, no se enchufa, no tiene mando a distancia, no necesita recargarse, no se rompe en pedazos, no se le pierden las piezas, no desilusiona, no parece en las fotos más de lo que es en la realidad, sirve para montones de juegos, puedes jugar en solitario o jugar en equipo, es para chicos y chicas, no es tóxico, no te lo puedes tragar, a no ser que seas muy burro. Sólo le pueden pasar dos cosas, que se pierda o que se pinche, pero claro, no podía ser perfecto. Además ¡dejan llevarlo al cole!. Eso sí, aunque tengas cuidado, rompe cristales, pero yo estoy a favor de romper cristales ... y de gritar, así que, un 10 y fuertes aplausos para el balón.
Un par de líneas más para todo un clásico, el juguete que no funciona ni el primer día. Este año el título se lo lleva un helicóptero teledirigido, que se supone que vuela, pero que por alguna causa para nosotros desconocida, solo consigue revolotear como un moscón encerrado y darse golpes contra la pared.
Dos líneas más para las dulces y poco problematicas muñecas de famosa en su versión siglo XXI, nada que objetar.



El resto de juguetes celebrarán esta noche una reunión toy-story-disney-pixar-style para decicir quien se rompe primero, quien se pierde después, quien será el primero a destronar, quien tendrá la suerte de ser el favorito, quien será el desterrado, a quien cambiaran el segundo día de cole por otro colega juguete, bueno, el acta de la reunión se ira viendo en breve.
Mientras tanto, yo sigo mi batalla contra esta inoportuna migraña real y mágica que me ha apartado del caos lúdico por unas cuantas horas. Tengo varios puntos a mi favor, uno de ellos es que llevo demasiados años conviviendo con ellas, y a veces las sorprendo antes de que me sorprendan a mí, otro es que los medicamentos avanzan rápido y sus efectos son cada vez más rápidos, otro es que, la necesidad de evitar la angustia que le provocan a Catalina mis dolores de cabeza me obliga a sonreir cuando ¡malditas las ganas de sonreir que tengo!, pero sigo empeñada en los efectos terapeúticos de la sonrisa, y otro es que cuando el pico de dolor me empieza a bajar me entran unas ganas de escribir terribles, y así he conseguido rematar hoy una historia que tenía pendiente, lo bueno de la migraña es que activa el lado creativo de mi cabeza, no sé por qué, así que hoy he aprovechado y he querido dar un pequeño empujon a este mi abandonado pobre blog.
Si he escrito demasiadas tonterías ha sido por culpa de la migraña.
Y cuando se me pasen las naúseas me pienso comer medio roscón para celebrar que, por fin, se acabaron estas entrañabeles fiestas navideñas. Fuera luces de colores, sabía yo que me acabarían provocando una migraña. Mañana fuera árbol de navidad, y vuelta a mis cefaleas comunes, que no necesitan de tanto protagonismo como mis migrañas y como las navidades.

NOTA : Bruno dice que esta noche sólo ha dormido una hora, desde las cuatro hasta las cinco para más señas (por supuesto que no es verdad, pero es su percepción). Estaba esperando la llegada de los reyes porque quería hacerles una foto. Creo que mi hijo tiene espíritu de reportero. No quiero ni imaginar el impacto que semejante instantánea robada hubiese causado en la humanidad. PIE DE FOTO : "Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente sorprendidos en plena acción en una casa de las afueras de Madrid. Al percatarse de la presencia de un pequeño paparazzi en pijama de rayas huyeron por la ventana". Foto de putlizer, seguro.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Navidad (feliz)

Me fuí en Halloween y volví en Navidad. Yo, que reniego de las festividades y celebraciones. Yo, que celebro lo que quiero, cuando quiero y como quiero... y porque sí. En esta ocasión he saltado de una fecha a otra dejándome en el camino casi dos meses de dolores de cabeza vencidos a base de generosas raciones de analgésicos, un par de viajes de ida y vuelta a Santander, algún que otro concierto, unos cuantos cafés con leche y amigos y días de otoño de color azul y marrón (siempre me ha gustado mucho la combinación de los azules con los marrones).
Durante esos días he dedicado parte de mi tiempo a escribir otras cosas, pero no quiero abandonar del todo este espacio, así que haciendo un pequeño esfuerzo he decidido retomarlo. Podría empezar a contar por qué no me gusta la navidad, por ejemplo, pero no lo voy a hacer, no me gusta la navidad, pero me gusta aún menos el explicar por qué. En esta época mis energías disminuyen, las luces de colores me marean y no me dejan ver con claridad las cosas, en esta época se agudiza mi capacidad de captar en primer plano lo que más triste me pone, los villancicos provocan reacciones en mi cuerpo difíciles de explicar. De mis reservas utilizo las fuerzas necesarias para seguir la subida de adrenalina que sufren mis hijos en estas fechas, pero para tal labor cuento con la inestimable colaboración de mi madre, que hace cosas como colocar,en tiempo récord, un enorme nacimiento con musgo natural, piedras, troncos, y no sé cuántos elementos de la naturaleza que rodea mi casa, o colocar un árbol navideño alternativo en menos de minuto y medio, como si de una varita mágica dispusiese, o hacer un kilo de mazapanes previa colocación de un gorro de cocinero de fabricación casera en las cabezas de mis hijos y aguantar su vena creativa a la hora de hacer ratones, caracoles y armadillos de mazapán; también cuento con la apreciada ayuda de mi padre, que pone un punto de solemnidad y sentido común a estas celebraciones, de mi hermano, que asume el rol de tío enrrollao y dispuesto a todo, y de Pepe, que es capaz de estar una tarde entera jugando al monopoly ... mientras tanto, yo atonto mis sentidos al calor del fuego y, desde el sofá, contemplo la estampa navideña. Ahora se me permiten licencias porque sí, y en esta época abuso de mi condición de hijaesposahermana mimada.
Entre tanto quedo con unos amigos, no compro regalos, quedo con otros amigos, no como turrón, recibo la visita de algún familiar, no juego a la lotería, duermo largas siestas y hago muchas fotos.
No intento ir contra el mundo en estás fechas, pero tampoco quiero que el mundo en estas fechas vaya contra mí, así que yo me protejo como puedo.
Dentro de poco llegará enero, con su cuesta y sus rebajas, desaparecerán las luces de colores y yo atracaré a visa armada mis tiendas favoritas, convertiré la cuesta arriba en una cuesta abajo por la que deslizarme agradablemente, y a mis seres más queridos y a mis amigos les seguiré queriendo tanto a más que antes, igual que en navidad (qué casualidad) ...

Y como yo me adapto a todo, aunque no lo parezca y allí donde fuere hago lo que viere (he celebrado la festividad judía del sabath en Londres y he bailado country line dance en Arizona) felicito a todos la navidad y mando desde aquí mis mejores deseos para el próximo año con este dibujo obra de nuestro gran amigo y gran artista PepeOrtiz quien, con todo su corazón (como yo), realiza las más bonitas y entrañables felicitaciones navideñas

sábado, 31 de octubre de 2009

Muertos y calabazas huecas

Yo muchas veces visualizo cómo será mi entierro. Visualizo una imagen cenital, así que debe ser que voy a ir al cielo. Si voy a ir al cielo es porque he sido buena. Cuando era pequeña, mi abuelo me contaba cuentos sobre el cielo, me gustaban mucho esas historias de que cuando tronaba era porque los ángeles estaban jugando a los bolos y tal. Aquel lugar donde todo el mundo vivía tan feliz y todo era tan bonito se quedó marcado en mi cabeza, hasta que el otro día mi hija me dijo que sentía mucho la desilusión que me iban a causar sus palabras (es que los niños de hoy en día hablan con mucha propiedad), "el cielo no es lo que nos pensamos, mamá". ¿Pensamos?, en realidad yo no le he hablado nunca del cielo a mi hija, el cielo es una cosa que quedó entre mi abuelo y yo. "El cielo no está encima de las nubes, bueno o sí". Qué lío. Eso nos pasa por no tener dos palabras para el cielo, mira tú que prácticos los angloparlantes, tan contentos con su heaven y su sky, y aquí mi hija, liándose entre cielos azules y otros cielos.
Yo me hice la sorprendida, ¡¡ qué es eso de que el cielo no es el cielo !!, no, sí, no, mamá, que sí, que el cielo es un sitio estupendo, pero no es como nos lo imaginábamos, ¡vaya!. Catalina me miró con cara de compasión, pero pensaba que no quedaba otro remedio, su madre se tenía que enfrentar a la realidad. Mientras tanto, Bruno, que escuchaba atentamente, decidió participar en la conversación y este es el momento oportuno para dejar de hablar del cielo, porque el tema empezó a derivar por territorio surrealista, creo que tego un mini Lynch en la familia.
Bueno, cada uno con su cielo y su infierno (lo del fuego y el demonio y todo eso ... lo siento mamá, pero tampoco, ¡vaya!), el caso es que yo veo mi entierro desde arriba, y no lo hago para ver quién va y quién llora y quién está triste, porque eso sería decidir quiénes de los que me rodean me sobrevivirán, y yo no tengo esa capacidad, ni quiero, me da igual quien vaya y quien llore, lo único que me preocupa es el tema de las flores y de la música. Tengo dos fijaciones, una es la de que nadie me ponga cerca una flor de muerto, los que más me quieren sabrán que hacer con el tema de las flores, y los que más me quieren sabrán que música poner en mi funeral. Si tengo la mala suerte de sobrevivir a todos los que más me quieren, ya lo dejaré por escrito, y si me quieren hacer caso, genial, si no, pues que les den, yo como ya estoy muerta.
Eso sí, hay una cosa que no es negociable, sea como sea, que nadie me meta en un ataúd, no sé si lo sabes, pero pertenezco al selecto Club Hispano de Damas Claustrofóbicas, y no se me puede ocurrir un lugar peor para pasar el resto de mis días de muerta. Además los ataúdes que se llevan ahora no me gustan nada, pero nada, tan rococós, tan brillantes como los muebles que se limpian con Pronto, forrados con esa tela imitación a seda, pura fibra, qué iba a hacer yo allí dentro, acostumbrada a las sábanas 100% algodón de mi madre, secadas al sol y al viento, noooo, y además seguro que me meterían allí con zapatos y todo, y eso sí que me parece horrible, ¿para qué quiere un muerto unos zapatos?, que le dejen desacansar descalzo, como debe ser.
A mí en realidad lo que me gustaría es que me hicieran una ceremonia funeraria hindú o similar, en una playa a orillas del Indico, que me envuelvan en una sábana blanca (algodón 100%, a poder ser), que me pongan en una balsa de madera, rodeada de pétalos de rosa y velas, y que me quemen, y así, entre el fuego y el humo mi espíritu se vaya al cielo de mi abuelo, o a otro cielo, o a ningún sitio, que haga lo que quiera, o que vaya de cielo en cielo, de visita, sería genial, pero ¡por dios!, que no me dejen en un ataúd que encima a su vez será introducido en una tumba (el colmo de los colmos para una claustrofóbica como yo), ¡qué desasosiego!, además el sitio ya lo conozco, y es muy húmedo, verde, pero muy húmedo, como todos los cementerios del norte, y te puedo asegurar que a mi madre no le gustaría nada que pasara tanto tiempo entre humedades, porque me viene fatal para la garganta, que la tengo muy débil, y aunque el Dr. Palacín, allá por el año 72 más o menos, desaconsejo a mis padres operarme de anginas, a su vez les aconsejó que pasara un tiempo al año en tierras castellanas, por eso del clima seco, ¿qué diría Palacín si supiera que iba a descansar eternamente en un sitio tan húmedo?. Ya me veo en mi ataúd con un pañuelo en el cuello, mis botas favoritas y dos pares de calcetines, en fin ...
Ya sé que sería muy gravoso economicamente para mis herederos el llevarme hasta el Oceáno Indico para que un sacerdote con barba blanca y con aspecto de matusalén presidiera esa bonita ceremonia durante la cual mi espíritu iniciaría su viaje eterno, pero pienso yo que si hay gente que va a Bali a casarse porque mola mucho, ¿por qué las agencias de viaje no ofrecen viajes funerarios a precio de chárter con alojamiento para los mas allegados y con gestión de papeles incluída?, total, la gente se muere más de lo que se casa. Y si no, pues cualquier mar me vale, mi querido mar cantábrico, aunque me parece demasiado fuerte para mí, siempre le tuve un cierto respeto, quizá una cala de Menorca sea más apropiada, pero, ¿dejará el Conseil de la Illa quemar un cadaver en Macarelleta?, ¿Y si no decimos nada? Seguro que, si consigo no morirme en verano, nadie se entera.
Y, ¿por qué me ha dado por hablar hoy a mí de mi muerte? Será porque es la noche de los muertos, o de Jalogüín. Sí, llegará el día en el que la Real Academia admita el vocablo Jalogüín, porque yo no me explico la fuerza con la que esta celebración de "origenceltaexportadaporUSA" se ha instalado en nuestro final de octubre ibérico, hoy me pregunto si mis hijos han nacido en Madrid o en el estado de Connecticut, pero hoy se les va la vida entre calabazas y disfraces.



Bruno practica en estos momentos el truco-trato en nuestra comunidad de vecinos, su recaudación consiste por ahora en una buena dosis de chuches conseguidas sin dificultad en la casa numero 12, residencia de una familia yankee de Maine y con calabaza luminosa en la ventana, unos caramelos de propaganda rescatados del fondo del bolso de la dueña de la casa 8,unas galletas principe donadas por el cabeza de familia de la 3, y diez euros de los más practicos moradores de la 1. Está claro que el espíritu de Jalogüín está instalado entre los futuros adultos españolitos, pero las familias de toda la vida, aunque vivan en urbanzaciones de las afueras al estilo película americana, no están adeuadamente preparados para celebrar el día de las calabazas huecas y los niños pedigüeños.
A mí en realidad me da igual que mis hijos celebren o no esta fiesta. La gente está dividida entre los que se divierten y los que se resisten, a mí no me da ni frío ni calor. Sé que hay demasiadas cosas que no me dan ni frío ni calor, y recibo acusaciones constantes por mi patológica falta de interés en diversos temas sobre a los que la gente le encanta discutir, pero yo ya no discuto, sonrío fuerte y dejo que cada uno decida si quiere discutir o no. Para mí lo importante no es discutible. Las cosas importantes llenan mi vida. El resto de las cosas las dejo fluir. Y Halloween, pues es eso ... calabazas y tal.

martes, 27 de octubre de 2009

Historias de aeropuerto

Hace unos días pasé unas horas en el aeropuerto, en la sala de llegadas de la T2 de Barajas. Parece un poco absurdo pasar unas horas en la sala de llegadas de un aeropuerto cuando el vuelo que esperas está previsto que llegue con total puntualidad, pero yo lo hice por varios motivos, primero, porque me apetecía pasar un rato en el aeropuerto, es que a mí antes me gustaban mucho los aeropuertos y quería reconciliarme con ellos, segundo, porque tenía tiempo, y créeme, tener tiempo es una maravilla, tener tiempo para poder gastarlo en lo que quieras es una maravilla, y tercero, era un pequeño homenaje a mi madre, quien ha perdido muchas horas de su vida esperándonos a nosotros en estaciones y aeropuertos por salir de casa una hora antes de lo necesario, sólo por si acaso, por si acaso hay atasco, por si acaso al avión le da por llegar antes, por si acaso se pincha una rueda, por si acaso un meteorito cae del cielo, por si acaso yo-qué-sé (imagínate cualquier cosa extraña, seguro que mi madre ya la ha pensado antes que tú), y todo para recibirnos con los brazos abiertos y una sonrisa XXL, no vaya a ser que lleguemos y nadie nos abrace, y ya se sabe que los desconocidos en los aeropuertos no se suelen tirar a los brazos de nadie.



Las salas de llegadas de los aeropuertos suelen dar mejor rollo que las de salida, generalmente te hace más feliz esperar a alguien que despedir a alguien, aunque seguro que hay casos que son excepciones, igual demasiados como para calificarlos de excepciones, bueno no sé, seguro que hay personas despidiendo con amplias sonrisas en la cara y diciendo para sus adentros "ya-era-hora", y algunos esperando la llegada de un vuelo y diciendo "por-qué-no-se-habrá-quedado-en", pero lo normal son los reencuentros alegres y las despedidas tristes, entre todos estos pululan por el aeropuerto los de la corbata y el maletín, esos que no están ni contentos ni tristes, sino hasta las narices y más allá, y da igual que les esperen que no, porque si no, se cogen un taxi y ya está, puente aéreo aquí puente aéreo allá, tralará, tralará.
Hay pocas sillas en la zona de llegadas de la T2 (si alguien lee ésto y conoce al responsable de sillas del aeropuerto que se lo diga ... nunca se sábe, el mundo es un pañuelo, y seguro que en barajas hay un responsable de sillas, seguro). En la zona 6 donde yo espero sólo hay nueve, colocadas de tres en tres, en una hay un mendigo sentado, con pinta de oler muy mal y hablando solo, con lo cual los dos asientos que están a su lado, aunque no estén ocupados, es como si lo estuvieran, nadie se sienta. Pienso en que el mendigo ha decido pasar la tarde en el aeropuerto, como yo, ya ves. Los otros están ocupados por un chico jugando con su móvil como si le fuese la vida en ello, una señora, y las bolsas de la señora. Me siento en la única silla vacía que queda, al lado de una chica con gafas y pálida como un folio, muy concentrada en una revista que cuenta la historia de una peridista que se convirtió en princesa, todo ello ilustrado con fotos y fotos de diferentes trajes y peinados clasificados por etapas. Que yo recuerde nadie nos dijo en la facultad que las periodistas se pudieran convertir en princesas, la verdad, no sé en qué asignatura nos lo deberían haber enseñado, en fin ... da igual yo no quería ser princesa, para qué !. Mi compañero a la derecha es un señor con sombrero, me gusta que los señores lleven sombrero, me recuerda al cine en blanco y negro, y me encanta el cine en blanco y negro.
Pues ya estoy colocada, en el bolso tengo un libro y mi ipod, pero no me apetece ni leer ni escuchar música, me apetece mirar alrededor. Falta mucho para que llegue mi vuelo, y me dedico a adivinar de donde llegan las personas que escupen las enormes puertas automáticas. Primero decido por su cara si les está esperando alguien o no, si salen muy deprisa y decididos, no les espera nadie, y son los que se van directos a la cola de los taxis o al parking, si salen con los ojos muy abiertos, con cara de despistados o sonriendo mucho es que les espera alguien, cuando encuentran a ese alguien se besan y abrazan en diferentes grados, algunos sólo se dan la mano. Adivinar de dónde procede el vuelo parece a veces my fácil, si empiezan a salir los portadores de ensaimadas, está claro, Mallorca o Menorca (pero esto es demasiado obvio, no vale), en realidad no es tan fácil, puedes deducir si vienen de clima cálido o frío, si vienen de disfrutar unas vacaciones o de viaje de negocios, pero adivinar exactamente de donde vienen no es fácil, la gente ya no viene de México con gorros mexicanos gigantes en la cabeza. Los aeropuertos ya no son lo que eran.
Y entre los que esperan, está la prolífica especie de los sostenedores de carteles a la altura del pecho (o un poco má arriba), me maravillan, su cara de esperar no es una cara de esperar cualquiera, tiene un plus, de profesión esperador, algunos lo hacen tan bien que parecen que estén esperando a su novia, como un chico jóven con un traje que le queda fatal y que sostiene un cartel en el que se lee "Mr. John Ganting", parece que está claro que no espera a su novia, el John lo deja claro, y el Mr., reclaro, aunque, ahora que lo pienso, igual el esperador es gay, me fijaré cuando llegue (diez minutos más tarde compruebo que yo tenía razón, Mr. Ganting no es su novio, si el esperador es gay o no, eso ya no lo puedo asegurar, no lo parece). Llega gente muy abrigada, llega gente en sandalias (nadie les informó de que se día en Madrid llovía), llega un equipo de deportistas (no podría decir qué deporte practican, creo que estoy perdiendo facultades), llega un grupo de jubilados al que no presto atención, porque los grupos de jubilados que van de viaje me dan pena, los jubilados en general me suelen dar envidia, pero los que se agrupan me dan angustia. Soy así de imbécil, pero qué le voy a hacer (hay tantas cosas que me dan pena de una manera tan absurda). Me dan pena unas personas, que a su edad se pueden permitir viajar, ir, venir, pasarlo bien y reirse a carcajadas. No lo puedo explicar, me rindo. En cambio no me da pena ver a un anciano paseando solo por el parque, siempre imagino que tiene una gran vida interior y que en cada paseo se está resarciendo de cada día de trabajo que ha vivido. Pienso que disfruta de pisar las hojas caídas de los árboles, del ruido que hacen, de respirar la brisa, de sentarse en un banco, de ver pasar a la gente ... en cambio cuando se agrupan y se van de viaje ... mejor lo dejo, aquí.
Ví muchas caras y muchas situaciones esa tarde, muchas de ellas curiosas como la de una anciana (muy anciana), muy elegante, acompañada por una señorita y un chofer, que esperaba con un ramo de flores a una anciana de su quinta y con aspecto de haber nacido en un país nórdico, muy elegante también, y que a su vez le traía a la anciana nacional otro ramo de flores. Las flores olían a muerte. Ví a una chica negra con cara de blanca que esperaba a otra chica negra con cara de negra y que venía con un niño blanco, un lío, vete tú a saber la historia de estas tres personas. Ví muchas caras, dos de ellas conocidas, dos antiguos compañeros de trabajo que llegaban cargando cámara y trípode ...
Me tomé un café de máquina, pero estaba muy bueno. La silla la abandoné al poco rato de sentarme, la chica que leía la revista a mi lado olía a una colonia que me desagradaba mucho. Hay muchísimos perfumes y colonias que me desagradan, es raro, se supone que el fin de una colonia es ser agradable al olfato ... pensé que igual el mendigo olía mejor que la chica, pero no me decidí a comprobarlo, preferí pasear por el aeropuerto y seguir viendo gente.
Dato curioso : ví seis personas leyendo uno de los libros de Millenium, juro que a la próxima persona a la que vea leer uno de esos libros de Larsson le digo algo, no sé el qué, pero algo, aunque sea sólo para desahogarme. Me pone enferma que en un país donde se supone que la gente no lee, de repente todo el mundo se ponga a leer el mismo libro. No lo entiendo. ¡Dios, qué manía he cogido a esos libros y a la chica lánguida de sus portadas!

El vuelo que esperaba llegó a su hora. Y mis padres cruzaron la puerta 6 con una gran sonrisa. Sabían que yo les esperaba.

jueves, 22 de octubre de 2009

Música de ascensores

Estoy empezando a superar mi miedo a los ascensores y al metro, lo que no significa que esté superando la claustrofobia que sufro y padezco. Por algo se empieza, y yo he empezado por el metro y por los ascensores. He pensado que es lo más práctico, porque los ascensores (y el metro en menor medida) forman parte de nuestro día a día y, entre tú y yo, me estoy empezando a cansar un poco de subir escaleras. No es que me canse al subir las escaleras porque, aunque pueda parecer mentira, estoy en forma (es que son muchos años subiendo y bajando ecaleras, y eso mantiene en forma a cualquiera), de lo que me estoy cansando es de estar siempre pendiente de si habrá o no acceso a las escaleras (porque haberlas, hailas, allí donde hay un ascensor debe de haber unas escaleras), de dónde están las escaleras, de si estarán iluminadas o no, de explicar al que viene conmigo (y no me conoce) la razón por la que subo por las escaleras...
He estado muchas veces a punto de dejar mi afición a las escaleras, o lo que es lo mismo, mi pánico a los ascensores, pero han sido hechos puntuales. Una vez sentí un miedo a atroz a ser la responsable de la posible muerte de una persona y decidí usar un ascensor. Sucedió en Cuba y pensé que si esa persona moría me pasaría el resto de mi vida en una cárcel del régimen, por lo que un ascensor caribeño me pareció mejor sitio para quedarme encerrada que una cárcel caribeña.
Durante mi estancia en La Habana me alojé con Pepe en un bonito, céntrico, pero poco acogedor hotel, y como tenía contactos (no con el régimen),a nuestra llegada nos hicieron mucho la pelota y nos ofrecieron una de las mejores habitaciones del hotel que, por supuesto, estaba en la última planta. Después de agradecer el detalle, rechacé amablemente tal habitación y pedí que me dieran una en el primer piso (por eso de ahorrarme escaleras), cosa que se negaron en rotundo a hacer a la vez que insistían en alojarnos en la última planta. Como yo me negaba, el recepcionista llamó al director del hotel quien, muy amablemente, me obligó a entrar en razón. De acuerdo, nos alojaremos dónde ustedes deseen, ahora si es tan amable me puede indicar dónde están las escaleras. Sí, el ascensor lo pueden tomar al fondo del vestíbulo. No, ascensor no, he dicho escaleras, o gradas, o como demonios lo llamen ustedes. Ah, no, el acceso a las escaleras está cerrado a los clientes, pero el ascensor está al fondo del vestíbulo. Y ahí me tienes a mí explicándole al amable director de hotel mi problema de claustrofobia y tal y tal (la de veces que le habré explicado a un desconocido mi problema), él a su vez me explica el suyo, por motivos de seguridad y tal y tal, las escaleras no están a disposición de los clientes y bla, bla, bla ... los nervios se estaban apoderando de mí estómago y me estaba empezando a cansar, más difícil me lo pones, más me obceco con los ascensores. Cuando el señor cubano director del establecimiento hotelero se da cuenta de que no pienso tomar el ascensor y como soy quien soy (malditos clientes contactados con la cúpula de la madre patria) lo soluciona en un pis pas. Ok, le presento a ... no me acuerdo exactamente de su nombre, sólo recuerdo que su nombre terminaba en aldo, pero sí me acuerdo de él, casi dos metros, piel negra (es decir negro), cabeza calva, 120 kilos por lo menos, musculos por todos los sitios, traje negro y dientes muy blancos, no supe si sonreir o asustarme cuando me dió la mano mientras el señor director me explicaba que durante mi estancia allí, el tal ...aldo sería mi acompañante de escaleras, yo le avisaría cada vez que tuviera que subir o bajar a o de la habitación, no importaba la hora del día o de la noche. Era o éso, o ascensor. Ah, pues ... vale, muy amable. Así que mientras Pepe flipaba a la vez que me miraba con cara de "ya te vale Marta" y se iba en el elevador, yo me disponía a subir escaleras con mi nuevo guardaespaldas (nunca antes había tenido un guardaespaldas). Enseguida entendí por qué escondían las escaleras de la mirada de los turistas, mejor me ahorro las explicaciones, y ágilmente emprendí la subida. Cuando llegué a la octava planta, no sin esfuerzo, pues juro que en mi vida había subido unos peldaños tan difíciles de subir, me dí cuenta de que ...aldo no estaba, y pacientemente le esperé hasta que le ví aparecer en estado un poco lamentable, mucho músculo y tal, pero fondo, fondo ... poco. Lo siento, le dije. El se disculpó a su vez, me acompañó hasta la puerta de la habitación y me dijo que le llamara cuando fuese a bajar.
Cuando entré en la habitación Pepe me miró con su cara de "ya te vale Marta", pero es que el pánico a los ascensores, aunque te parezca una bobada, no lo es, hay que sufrirlo para saber lo mal que se pasa, yo me he llegado a quedar paralizada ante la puerta de un ascensor.
Necesité un día y medio para darme cuenta de que esa situación no podía prolongarse más, primero por ridícula, y segundo porque no pasarían muchos días más antes de que ...aldo muriera fulminado por un infarto, o yo muriera por un desgraciado accidente en las escaleras.
A pesar de su oposición, le dije que ya no necesitaba sus servicios, que había sido muy amable, pero que a partir de entonces iba a subir y a bajar en ascensor. Muy profesional, ...aldo, insitió que al menos le dejase acompañarme en el ascensor, pues en caso de que éste se parase, cosa que era muy habitual debido a los cortes de luz en la isla (ay no me digas eso ! por dios ...aldo!) él sabía como actuar y sacarme de allí. A partir entonces no pude prescindir ya de los servicios de ...aldo. En ocasiones el ascensor hizo cosas raras y las luces parpadearon varias veces, pero no llegó a pararse, aún no me explico como pude estar tantos días subiendo y bajando en ese ataúd móvil. La situación seguía siendo bastante absurda, pero conseguí sobrevivir y dormir en la mejor habitación del hotel. Las vistas al amanecer eran espectaculares desde la ventana.

Eso pasó hace varios años. Durante todo este tiempo he seguido huyendo de los ascensores como alma que lleva el diablo, pero ahora estoy empezando a llevarme un poco mejor con alguno de ellos. Puede que se deba a mi visita al túnel. El túnel es peor que los ascensores, bastante peor. Además, si no tienes la suerte que yo tuve, de ahí sí que no sales. Yo no ví ningún teléfono de emergencia de Otis cuando me quedé encerrada. No había ningún botón para pulsar, y la ventilación era asistida.
Ahora pienso que si salí del túnel, podré salir de un ascensor si me quedo encerrada. Pepe siempe me dice, ¿cuántas personas conoces que se hayan muerto por quedarse encerradas en un ascensor?. Creo que ninguna, no iba a ser yo la primera.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Del azul al gris ...

Cualquier día de éstos me sorprenderé a mí misma sacando de los bolsillos de mi chaqueta de cuero negra mis guantes de cuero rosa fucsia, sí de cuero rosa fucsia, sólo yo (y Pepe un poco, de refilón) sabemos lo que me costó hacerme con ellos cuando unos guantes de motero y de color rosa fucsia no eran fáciles de encontrar (al final los compré en una tienda de Londrés, dónde si no). Y además de los guantes sacaré también de los bolsillos un gorro de cuero con orejeras y forrado de pelo de oveja, ¿las ovejas tienen pelo?, ¿la lana es el pelo de las ovejas?, o, ¿es piel de oveja?, bueno, qué más da, un gorro de ésos, un gorro de Holden Caufield, y la verdad no sé si Caulfield llevaba un gorro de esos, creo que sí, pero no estoy segura, en cualquier caso, para mí esos gorros siempre serán de Holden Caulfield. Pues eso, el gorro, los guantes y, por supuesto, la bufanda, qué sería de mí en invierno sin bufanda (o en otras estaciones sin pañuelo). En invierno vivo continuamente abrazada por una bufanda, y tengo que reconocer que muchas noches duermo con un pañuelo de seda al cuello (tiene que ser de seda).
Tengo un amigo (en realidad tenía, porque desapareció) que siempre me decía que le encantaba mi cuello y que no entendía mi afición por los pañuelos y las bufandas. En realidad no hay mucho que entender, no tienen la finalidad de esconder mi cuello (a mí también me gusta), su finalidad es proteger mi pobre garganta, uno de mis puntos débiles, junto con el estómago y la cabeza (y con tres puntos débiles me conformo).
Pues eso, el gorro, los guantes y la bufanda. Hablaba de eso porque ayer celebré en solitario la ceremonia de "llegó el frío". Me levanté y me encontré con un día lluvioso y gris, con viento y muchas nubes negras y cancelé todos los planes que tenía, piscina incluída, me preparé un café muy caliente, saqué la manta de color ciruela morada, puse música y me hice fuerte en el sofá. Como creo que esto no lo va a leer mi madre (y en caso de que lo leas, mamá, no te enfades por favor) diré que ni comí, porque no. No me moví del sofá en todo el día, dormí a ratos, y el resto del tiempo miré dese el sofá cómo caían las hojas de los árboles y cómo llovía. Cuando llegaron mis hijos del cole puse fin a la ceremonia y adopté aspecto de persona normal. Ya está. A partir de hoy dejaré de pensar en azul brillante y pensaré en gris plata. A partir de hoy tengo licencia para usar mi chaqueta de cuero. A partir de hoy se me perdonará la melancolía estacional por lo menos hasta que el moreno se haya diluído casi completamente de mi piel. Un día de éstos daré al botón que pone en marcha el sistema de calefacción de mi casa, de momento me niego, ese momento requiere oto tipo de ceremonia menos bonita pero más práctica.
Y ahora ... ¿qué va a ser de mí, yo, que funciono recargándome con energía solar, que tomo fuerzas tirada al sol, ¿que típo de energía utilizaré ahora?, corro el peligro de engancharme a las mantas de sofá. Probaré con la biomasa, que ahora está tan de moda, aunque no sé my bien en que consiste y me da la impresión de que no es muy adecuada a mi personalidad. Pues entonces, como siempre, buscaré el calor en las sonrisas y abrazos de todos los que me rodean, y refrescaré mi mente durante largos paseos de otoño abrigada por mi chqueta de cuero, mi gorro de Holden Caufield, mis guantes rosa fucsia y una de mis treintaycinco bufandas.