miércoles, 21 de octubre de 2009

Del azul al gris ...

Cualquier día de éstos me sorprenderé a mí misma sacando de los bolsillos de mi chaqueta de cuero negra mis guantes de cuero rosa fucsia, sí de cuero rosa fucsia, sólo yo (y Pepe un poco, de refilón) sabemos lo que me costó hacerme con ellos cuando unos guantes de motero y de color rosa fucsia no eran fáciles de encontrar (al final los compré en una tienda de Londrés, dónde si no). Y además de los guantes sacaré también de los bolsillos un gorro de cuero con orejeras y forrado de pelo de oveja, ¿las ovejas tienen pelo?, ¿la lana es el pelo de las ovejas?, o, ¿es piel de oveja?, bueno, qué más da, un gorro de ésos, un gorro de Holden Caufield, y la verdad no sé si Caulfield llevaba un gorro de esos, creo que sí, pero no estoy segura, en cualquier caso, para mí esos gorros siempre serán de Holden Caulfield. Pues eso, el gorro, los guantes y, por supuesto, la bufanda, qué sería de mí en invierno sin bufanda (o en otras estaciones sin pañuelo). En invierno vivo continuamente abrazada por una bufanda, y tengo que reconocer que muchas noches duermo con un pañuelo de seda al cuello (tiene que ser de seda).
Tengo un amigo (en realidad tenía, porque desapareció) que siempre me decía que le encantaba mi cuello y que no entendía mi afición por los pañuelos y las bufandas. En realidad no hay mucho que entender, no tienen la finalidad de esconder mi cuello (a mí también me gusta), su finalidad es proteger mi pobre garganta, uno de mis puntos débiles, junto con el estómago y la cabeza (y con tres puntos débiles me conformo).
Pues eso, el gorro, los guantes y la bufanda. Hablaba de eso porque ayer celebré en solitario la ceremonia de "llegó el frío". Me levanté y me encontré con un día lluvioso y gris, con viento y muchas nubes negras y cancelé todos los planes que tenía, piscina incluída, me preparé un café muy caliente, saqué la manta de color ciruela morada, puse música y me hice fuerte en el sofá. Como creo que esto no lo va a leer mi madre (y en caso de que lo leas, mamá, no te enfades por favor) diré que ni comí, porque no. No me moví del sofá en todo el día, dormí a ratos, y el resto del tiempo miré dese el sofá cómo caían las hojas de los árboles y cómo llovía. Cuando llegaron mis hijos del cole puse fin a la ceremonia y adopté aspecto de persona normal. Ya está. A partir de hoy dejaré de pensar en azul brillante y pensaré en gris plata. A partir de hoy tengo licencia para usar mi chaqueta de cuero. A partir de hoy se me perdonará la melancolía estacional por lo menos hasta que el moreno se haya diluído casi completamente de mi piel. Un día de éstos daré al botón que pone en marcha el sistema de calefacción de mi casa, de momento me niego, ese momento requiere oto tipo de ceremonia menos bonita pero más práctica.
Y ahora ... ¿qué va a ser de mí, yo, que funciono recargándome con energía solar, que tomo fuerzas tirada al sol, ¿que típo de energía utilizaré ahora?, corro el peligro de engancharme a las mantas de sofá. Probaré con la biomasa, que ahora está tan de moda, aunque no sé my bien en que consiste y me da la impresión de que no es muy adecuada a mi personalidad. Pues entonces, como siempre, buscaré el calor en las sonrisas y abrazos de todos los que me rodean, y refrescaré mi mente durante largos paseos de otoño abrigada por mi chqueta de cuero, mi gorro de Holden Caufield, mis guantes rosa fucsia y una de mis treintaycinco bufandas.

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