jueves, 15 de octubre de 2009

Una vez robé un francés (que no a un francés)

Una vez robé un francés. Me explico. Cuando estudiaba en la Universidad (de Cantabria), creo que el segundo curso de la carrera de Derecho, esa carrera que me costó tan poco esfuerzo y me gustó tan poco, en realidad me hubiese gustado que me hubiese costado para así haberme planteado el abandonarla y empezar otra carrera (que me hubiese gustado más) pero bueno, no se me atascó el Derecho Romano de Pantaleón, surfeé con soltura por el Derecho Civil, disfruté un poquito estudiando el Derecho Internacional y tragué sin masticar el aburrido Derecho Procesal, en fin, que año tras año fui convirtiéndome en una leguleya sin futuro en la profesión (eso lo tenía un poco claro, no del todo). Pues andaba yo entre apuntes de civil cuando el rectorado organizó un intercambio con la Universidad francesa de Le Havre, y como yo no perdía una oportunidad de cruzar la frontera con destino a no importa dónde, y gracias a mis conocimientos de la lengua de Moliere y una carta de recomendación de la Alianza Francesa, centro donde aprendía y aprendía el idioma con fervor y aplicación, conseguí ser una de los quince estudiantes elegidos para el programa. La cuestión era que yo alojaba en mi casa (de mis padres) a un estudiante francés durante 20 días y los padres de ese francés me alojarían a mí en su maison otros veinte, durante ese tiempo asistiríamos a clases en la Universidad.

Estación de autobuses de Santander. Catorce franceses, con sus maletas y sus sonrisas francesas, y catorce españoles, sin maletas y con sonrisas españolas del norte, tratan de emparejarse hablando dos idiomas. Gran momento. Hay que tener en cuenta que por aquel entonces no existía el famoso programa Erasmus, y ésto, para los que nos gustaban todas estas cosas de ir y venir y chapurrear idiomas y pensar en extranjero, era lo más de lo más.

Eres tu Michelle? Tu es Michelle? Donde coño esta la Michelle ésta? Buscas a Michelle? Tu cherche a Michelle? Michelle n'est pas venue, sa grandmere est mort. Mierda ! Merde! Pobre abuela. Pobre Michelle. Y ahora qué. Me quedo sin francesa.

La estación se va despejando, cada español/a se va con su francés/esa, y yo allí plantada sin pareja de baile. Mi participación en el programa se tambaleaba seriamente, la cifra 15/15 se había descompensado, y la abuela que se había muerto era mi abuela de intercambio. También era mala suerte. parggdonquelergggetil? quehogggaesporgggfavorg? el bilingue que me preguntaba la hora era un chico con una bufanda de cuadros escoceses y cazadora vaquera desgastada. Casi las dos,no te han venido a buscar? vamonos te quedarás en mi casa, hola soy marta, hola soy François, encantada, enchanté, mamá, papá, este es Francoise, y Michelle? no importa, Françoise, como su mismo nombre indica, es francés.
Acababa de robar un francés.
Ese día el seat panda de un tal Jose, estudiante de empresariales, no arrancó a la primera, ni a la segunda, por lo que tuvo que pedir el coche a su tío, cuando llegó a la estación ya no quedaban franceses. Descanse en paz la abuela de Michelle.

Françoise aprendió bastante español, creo que fue gracias a los gritos que le pegaba mi madre cuando le hablaba (mi madre habla muy alto a todos los que no hablan su idioma, para que se enteren bien). Pero eso supongo que le toca contarlo a él. Lo pasamos muy bien en Santander, aunque mi verdadera aventura empezó al llegar a Le Havre, ciudad potuaria a orillas del Atlántico.

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